Cinco Días, 6/12/2021 – La semana pasada el Ministerio para la Transición Ecológica hizo pública La hoja de ruta para el autoconsumo, cuyo objetivo es que la potencia de energía eléctrica de origen fotovoltaico para autoconsumo (autoconsumo) alcance en 2030 entre 9 y 14GW, frente a 1,5GW en la actualidad. Este, que es un objetivo ambicioso, no lo parece tanto si se tiene en cuenta que Alemania, con un clima mucho menos favorable, tiene 32GW de potencia instalada de autoconsumo, que hoy es la forma más barata de generar electricidad, y por tanto una inversión muy rentable.

Para alcanzar este objetivo, según dicha hoja de ruta, sería necesario que en España se instalaran al menos medio millón de tejados solares, lo cual solo será posible si al menos un 63% de los autoconsumidores potenciales están en disposición de acometer dicha inversión.

Sin embargo, y según una encuesta del IDAE citada en dicho documento, tan solo el 20% de empresas españolas que podrían ser autoconsumidoras están dispuestas a considerar la posibilidad de realizar la inversión necesaria. Y esto es paradójico porque tras una caída del 90% de sus costes en los últimos diez años, la generación fotovoltaica distribuida es hoy la forma más económica de producir electricidad.

En consecuencia, la inversión más rentable que hoy pueden realizar la mayoría de las pymes españolas es una instalación de autoconsumo. Según cálculos ampliamente aceptados, su rentabilidad acumulada compara muy favorablemente con la de la mayoría de las inversiones empresariales, de un riesgo mucho mayor, y con la deuda del Estado a largo plazo, que hoy renta un 0,7% anual. Adicionalmente, una inversión que, como esta, reduce costes, permitiría a las pymes mejorar sus resultados y recapitalizarse, reforzando así su solvencia, y absorbiendo parte del impacto que la pandemia tuvo en su economía.

Es decir, hoy una mayoría de empresas españolas no se plantean estudiar esta posibilidad de aumentar su rentabilidad y mejorar su competitividad. Este comportamiento irracional probablemente se debe, además de la tendencia natural a sobreponderar costes inmediatos e infravalorar beneficios futuros a percepciones equivocadas sobre la energía fotovoltaica (es cara, es complicada de instalar y usar, genera pocos ahorros, requiere mucho papeleo, solo vale la pena en el sur de España…) basadas probablemente en el recuerdo del ruido mediático generado recientemente en torno al tema (burbuja de las renovables, impuesto al sol, subidas de la luz…).

Para que el autoconsumo empresarial desarrolle su potencial en España, con el efecto positivo que ello tendría para nuestra sociedad y nuestra economía, es imprescindible un cambio de actitud de los empresarios hacia el mismo, que se podría verse favorecido con las siguientes iniciativas:

-Reducir la incertidumbre asociada a las inversiones en autoconsumo, por ejemplo, creando una calculadora online gestionada por algún organismo independiente que permita a cualquier empresa tener inmediatamente una primera estimación de coste y rentabilidad de su inversión en autoconsumo con solo introducir su dirección y número de CUPS.

-Reducir el riesgo de ejecución percibido de las instalaciones fotovoltaicas mediante soluciones llave en mano, en las que instaladores homologados, asesores y financiadores colaboran para ofrecer a la empresa una solución sencilla y cerrada.

-Reducir el riesgo financiero de la empresa mediante financiación ad hoc, a ser posible a tipo fijo, cuyos repagos sean equivalentes a los ahorros generados por la inversión, que así sería neutra en flujos de caja, que, en cualquier caso, serían además mucho más predecibles. La falta de la financiación es para un 57% de las empresas el principal impedimento para acometer estas inversiones, lo que afecta especialmente a las pymes, cuyo acceso a la financiación es ahora especialmente difícil.

-Fomentar el efecto demostración, otorgando durante un tiempo limitado mayores ayudas a las inversiones en autoconsumo y a su financiación, para facilitar la aparición de early adopters. El mismo efecto tendría que las administraciones hicieran suyo el objetivo de aumentar el autoconsumo, y de una manera sistemática instalaran paneles solares en los tejados de los edificios públicos, lo que además generaría ahorros inmediatos que podrían dedicarse a otros usos.

-Maximizar el aprovechamiento de las instalaciones, facilitando la posibilidad de verter los excedentes no utilizados a la red, lo que, al reducir el umbral de rentabilidad, haría atractivas un mayor número de inversiones, y aceleraría la ejecución del resto.

-Involucrar a asociaciones empresariales, cámaras de comercio o gestores administrativos, que gozan de la confianza de sus asociados o clientes para que expliquen a estos por qué les puede interesar el autoconsumo eléctrico.

En definitiva, el objetivo es que todos los empresarios españoles sean conscientes de que, si no evalúan la posibilidad de realizar una inversión de autoconsumo, es probable que estén dejando pasar una oportunidad única de reducir sus costes y aumentar su competitividad.

O, dicho de otro modo, la conciencia de hacer algo bueno para la sociedad y el medio ambiente no es suficiente para conseguir que cientos de miles de agentes económicos tomen decisiones de inversión. Y solo lo harán al ritmo que nuestra sociedad necesita si entienden que el mejor uso de sus recursos o de su capacidad de endeudamiento es invertir en autoconsumo.

Por ello, cualquier programa de promoción del autoconsumo, que es la forma más eficiente de generar electricidad en nuestro país, además de facilitar su oferta, debe estimular su demanda, ayudando a cambiar percepciones equivocadas y enfatizando que, además de necesaria, es la inversión más rentable que hoy pueden hacer muchas empresas.

Eusebio Martin es Director general de Aquisgrán Finance.

Fuente: Cinco Días6